Las paredes coloridas las ha decorado la dueña con fotografías inspiradoras; detrás de la barra, unas estanterías repletas de botes con té,  tazas con caras de Woody Allen, botellas de cerveza artesanal y pastas hechas en casa, así hace las presentaciones la tetería. Seguimos hasta el fondo del local, todo tiene un punto hippie-oriental que nos asombra, alguna antigüedad también nos saluda desde los lados. No hay sillas rígidas ni mesas formales, todo es como el salón de casa: pufs, chesters y sillones del abuelo.  

 

“Por la tarde el ambiente es más  cálido, porque ponemos  velas”. Asombra la juventud de la encargada, nos explica que  le encanta el mundo de las plantas medicinales, y aunque ella no tome té porque es muy nerviosa, los compra a granel y hace ella misma las mezclas.

 

“Una vez al mes se exponen obras de personas particulares que han pedido permiso, se hace baile del vientre un sábado al mes y vienen grupos de música a tocar estilo “chill”. Mirad, esos cuadros son de Amaya, una chica que suele exponer por aquí”.

 

Ha sido un buen descubrimiento, el local cierra a las 22h, nos da tiempo para tomarnos un café.